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La “epidemia” de las bebidas energéticas en los jóvenes
⚡ Según una encuesta del Ministerio de Sanidad en España, más del 40% de jóvenes de 15 a 24 años ha consumido este tipo de bebidas en el último mes ⚡
¡Hola! En la Newsletter de hoy hablaremos de cómo el consumo de bebidas energéticas se ha disparado en los últimos años entre la población adolescente, despertando la preocupación de los servicios sanitarios. Del mismo modo, entenderemos cómo vigilar los hábitos alimenticios de los jóvenes y, como siempre, haremos un repaso de la actualidad en el mundo de la Psicología.
¡Empezamos!
— Natalia Menéndez, Pol Bertran
El preocupante consumo de bebidas energéticas entre adolescentes 🥤
Las bebidas energéticas se han convertido en un producto muy popular entre el público adolescente. En los últimos años su consumo se ha disparado, lo que ha despertado la preocupación de pediatras y familias. Según una encuesta del Ministerio de Sanidad en España, más del 40% de jóvenes de 15 a 24 años ha consumido este tipo de bebidas en el último mes.
Este tipo de productos no han sido diseñados para el consumo en la etapa infanto-juvenil, por lo que se desconoce cómo pueden afectar a la salud de niños y jóvenes. En algunas comunidades autónomas, como Galicia, se ha planteado la posibilidad de limitar la venta y consumo de estas bebidas a menores de edad, equiparando su estatus al del alcohol.
En primer lugar, es importante definir qué es exactamente una bebida energética. Este tipo de productos son bebidas sin alcohol que poseen en su composición sustancias estimulantes como la cafeína o la taurina. En el mercado se presentan como una vía para reducir la fatiga y el agotamiento, aumentando temporalmente la habilidad mental y la resistencia física.
Es importante diferenciar estos productos de las bebidas isotónicas, que están diseñadas para compensar la pérdida de agua y electrolitos en los deportistas profesionales. Los pediatras han advertido algunas consecuencias perjudiciales del consumo de estas bebidas energizantes en la infancia y adolescencia:
En primer lugar, estas bebidas contienen grandes dosis de cafeína y azúcares simples. Su consumo genera en niños y adolescentes irritabilidad, insomnio, cefalea, ansiedad, dificultades de concentración, taquicardia, etc. Impactan sobre el sistema cardiovascular y fomentan la resistencia a la insulina, un factor de riesgo para la diabetes.
También es destacable el potencial adictivo de estas bebidas. Su consumo continuado genera tolerancia, por lo que es fácil que los niños y jóvenes acaben aumentando su dosis a niveles muy preocupantes.
Su consumo se relaciona con el sobrepeso y la obesidad. Los menores que consumen más bebidas de este tipo suelen carecer de hábitos saludables, algo especialmente importante en la niñez y la adolescencia.
El consumo de este tipo de bebidas implica un menor consumo de la bebida más saludable que existe: el agua. Así, pueden producirse problemas de deshidratación.
En la adolescencia, estas bebidas energizantes pueden ser la puerta de entrada a otras sustancias tóxicas. Lo más habitual es realizar mezclas con alcohol, favoreciendo el desarrollo de adicciones entre los jóvenes.
En menores que sufren problemas psicológicos como trastornos de ansiedad, parece que estas bebidas agravan la sintomatología.
Aunque a priori estas bebidas provocan picos de energía muy marcados, cuando dicho efecto se desvanece suele aparecer un efecto opuesto de agotamiento, pudiendo dificultar el afrontamiento de las actividades cotidianas.
Cómo cuidar los hábitos alimentarios de los hijos 🥑
El desarrollo de hábitos alimentarios saludables es necesario para prevenir la adicción a este tipo de bebidas energizantes. En este sentido, el papel de las familias es fundamental a la hora de educar. Aprender cómo alimentarnos de forma adecuada es tan importante como adquirir otro tipo de aprendizajes. Al fin y al cabo, se trata de una estrategia de prevención de enfermedades y una forma de cuidar nuestro organismo para sentirnos bien.
Las investigaciones sobre educación alimentaria señalan que la mejor forma de educar en buenos hábitos es a través de la implicación de los menores en la compra y preparación de las comidas. Permitirles ir al mercado o al supermercado, fomentar la adquisición de productos naturales y enseñarles a prepararlos favorece una toma de conciencia de cómo nutrirse bien.
De la misma manera, se busca educar en clave positiva. No se aconseja clasificar los alimentos como buenos o malos, así como utilizar la comida como premio/castigo. Se recomienda tratar todos los alimentos con neutralidad, enseñando a los pequeños a nutrirse de forma intuitiva poniendo el acento en el origen natural de la comida, evitando sabores artificiales y acompañando la alimentación de un estilo de vida activo.
Un lema bastante útil para los padres de los niños y adolescentes puede ser “No ofrecer, no prohibir”. Es decir, fomentar que en casa haya presencia de fruta, verdura y alimentos naturales, sin restringir el consumo de vez en cuando de alimentos menos nutritivos. La prohibición y el castigo suelen fomentar mayor deseo hacia estos alimentos, obteniendo el resultado contrario al deseado.
En los centros escolares, también se puede fomentar el estilo de vida saludable, complementando así las acciones de cada familia con talleres y actividades de cocina. Todos los niños necesitan cultivar desde sus primeros años de desarrollo hábitos adecuados, ya que esto es el suelo firme sobre el cual construir una salud adecuada, previniendo problemas futuros tanto físicos como mentales.
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