Resiliencia: la capacidad de sobreponerse al dolor 🌱

Caer es parte de la vida. Aprender a levantarnos, una habilidad básica. Ser resilientes, ser capaces de sobreponernos al dolor y a la parte difícil de la vida, es esencial para crecer como personas.

¡Hola! En la Newsletter de hoy hablaremos de la importancia de ser personas resilientes, capaces de levantarnos cuando caemos o la vida nos pone a prueba, viendo también cómo entrenar esta habilidad tan importante. Además, estrenamos la sección "El termómetro emocional", donde mensualmente analizaremos nuestro estado anímico. Y como siempre, descubriendo las más interesantes noticias de la actualidad en el mundo de la Psicología.

¡Empezamos!

— Natalia Menéndez, Pol Bertran

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El termómetro emocional nos muestra, mes a mes, las subidas y bajadas en el estado de ánimo promedio de las personas. Los datos son tratados de manera confidencial.

¿Qué significa ser una persona resiliente? 🌲

La vida es un viaje repleto de subidas y bajadas, de momentos dulces que se intercalan con otros más amargos. En el camino hay circunstancias que pueden poner a prueba nuestra capacidad de afrontamiento, llevándonos al límite y ocasionandonos mucho dolor. Una ruptura, el fallecimiento de un ser querido, un fracaso laboral o una pérdida económica son algunos ejemplos de ello.

Lo cierto es que nadie está exento de sufrir estas experiencias, aunque la manera de afrontarlas sí que puede variar dependiendo de cada persona. En este sentido, hay quienes parecen estar hechos de otra pasta. A pesar de los golpes que reciben en la vida, siempre consiguen levantarse y seguir caminando hacia adelante. En estos casos entra en juego un concepto propio de la psicología: hablamos de la resiliencia.

La resiliencia se define como la capacidad de sobreponerse ante la adversidad, de manera que la persona consigue salir adelante a pesar del dolor, utilizando incluso dichas experiencias como una fuente de aprendizaje y crecimiento. El hecho de que un individuo sea resiliente no le hace inmune al sufrimiento. Más bien, esta cualidad se relaciona con la capacidad de integrar ese dolor sin que resulte paralizante. Generalmente, quienes se manejan bien en los escenarios más críticos consiguen amoldarse a la realidad que viven, adaptándose con éxito a los desafíos que se les presentan.

Lo cierto es que la resiliencia es una capacidad inherente al ser humano. Como especie estamos preparados para perseguir la supervivencia, lo que muchas veces nos obliga a adaptarnos a situaciones particularmente complicadas. No obstante, es cierto que hay individuos con una tendencia más marcada a ser resilientes. Esta cualidad no se puede definir en términos dicotómicos (todo/nada), pues la resiliencia y la vulnerabilidad son dos extremos de un continuo.

A lo largo del espectro las personas se pueden situar en diferentes puntos, aunque todos tengamos un poquito de ese instinto que nos empuja a luchar ante la dificultad. Además, la resiliencia no es un rasgo estable. Por el contrario, una misma persona puede mostrar una enorme resiliencia en un momento de su vida y, sin embargo, en otro encontrarse completamente abatida.

Algo importante que tenemos que tener presente es que la resiliencia no es sinónimo de ausencia de patología. En muchas ocasiones ocurre que el escenario en el que se encuentra el individuo es tan amenazante que la adaptación requiere medidas desesperadas. Se sacrifica el equilibrio interno de la persona con tal de seguir remando. Por ejemplo, personas que han sufrido abusos reiterados en su infancia pueden seguir siendo aparentemente funcionales en su día a día gracias al mecanismo de la disociación.

Aunque fragmentar la personalidad de esta manera daña gravemente la salud mental de la persona, resulta la vía más eficaz para soportar el dolor mientras el peligro acecha. No obstante, en situaciones de estrés menos extremas es posible que la persona logre adaptarse con resultados positivos sin que existan secuelas.

De la misma manera, debemos reconocer el hecho de que la resiliencia no es un rasgo innato o que dependa únicamente de la voluntad de cada uno. En realidad, esta cualidad se configura con más probabilidad cuando la persona cuenta con factores de protección a nivel individual, familiar e incluso comunitario. En otras palabras, la resiliencia se va construyendo en la interacción de la persona con su grupo social. Algunas de las variables que ayudan a las personas a lidiar mejor con la adversidad son:

  • Buenas habilidades sociales

  • Empatía

  • Expectativas realistas

  • Autoestima y autoeficacia

  • Disponer de un entorno familiar estable

  • Sentirse querido y cuidado

  • Perseverancia

  • Residir en un lugar seguro

  • Tener una residencia confortable

  • Habilidades de resolución de problemas

¿Se puede entrenar la resiliencia?

Como comentamos unas líneas más arriba, todos tenemos un poco de ese instinto que nos lleva a ir hacia adelante. Sin embargo, hay quienes parecen tener mucha más facilidad para encajar las crisis de la vida. La buena noticia es que la resiliencia sí es una cualidad que podemos entrenar y fortalecer de diferentes maneras:

  • Cuidar las relaciones sociales: Las personas resilientes suelen disponer de una red social sólida y funcional que les brinda apoyo en las dificultades. Es por eso que resulta clave cuidar nuestros vínculos con la familia, la pareja, los amigos… Mantener interacciones frecuentes y satisfactorias nos fortalece.

  • Elegir la estrategia de afrontamiento adecuada: Cuando tenemos un problema o crisis delante de nosotros tenemos que hacernos una pregunta: ¿Puedo resolver este problema? Si la respuesta es afirmativa tiene sentido buscar maneras de atajar la cuestión. Sin embargo, esto no siempre sucede. Hay veces en las que los problemas no se pueden resolver y lo que nos toca es trabajar en las emociones que esta situación nos produce. En ocasiones nos ofuscamos en cambiar una realidad inmodificable y eso nos hace sufrir por partida doble.

  • Tener un sentido vital: Cuando tenemos un “para qué” en nuestra vida podemos analizar las dificultades con mayor perspectiva. Tener un sentido vital es como disponer de un horizonte que siempre se ve en el fondo aunque haya muchas montañas que escalar. Cuando no tenemos estos cimientos es fácil que a la primera de cambio nos sintamos completamente desesperanzados.

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