¿Existe realmente una epidemia de autismo?

🧠 No hay más autismo que antes. Hay más comprensión, más precisión diagnóstica y, también, más confusión 🧠

En los últimos años, muchos han hablado de una “epidemia” de autismo, pero la ciencia cuenta otra historia. El aumento de diagnósticos no se debe a un brote, sino a una mirada más afinada. Mejor detección, menos estigma y criterios más amplios explican la subida de cifras. Sin embargo, junto al avance ha surgido un nuevo desafío: el sobrediagnóstico. Entender esta paradoja es clave para mirar el autismo con rigor, empatía y sin alarmismo.

— Natalia Menéndez, Pol Bertran

La falsa epidemia de autismo 🧠

Cada pocos años, un titular enciende la alarma: “Aumentan los casos de autismo”. Las cifras parecen confirmarlo. Hace tres décadas, el autismo afectaba a uno de cada 150 niños. Hoy, las estimaciones hablan de uno cada 36. ¿Estamos ante una epidemia silenciosa? ¿Algo está cambiando en nuestros genes, en nuestro entorno… o en la forma en que miramos?

El discurso público se ha llenado de explicaciones rápidas, muchas de ellas falsas. La más persistente: que las vacunas “causan autismo”. Una idea nacida de un estudio fraudulento publicado en 1998 y retractado poco después, pero que sigue infectando la conversación social. Ninguna evidencia científica seria ha encontrado jamás una relación entre vacunación y autismo. Ninguna. Lo que sí ha cambiado, y mucho, es nuestra capacidad para reconocerlo.

El espejo de la precisión diagnóstica

Durante buena parte del siglo XX, el autismo se diagnosticaba solo en los casos más severos: niños no verbales, con conductas repetitivas muy marcadas y grandes dificultades de interacción.

Pero el espectro autista es eso: un espectro. Desde que la comunidad científica adoptó esta visión dimensional, los criterios se ampliaron para incluir presentaciones más sutiles (personas con altas capacidades cognitivas, mujeres infradiagnosticadas, adultos que en su infancia fueron catalogados simplemente como “raros”, “distraídos” o “introvertidos”).

Hoy no hay más autismo: hay más ojos que lo saben ver. Y eso es, en parte, una buena noticia. Implica detección temprana, apoyos educativos, y la posibilidad de que muchas personas entiendan su historia sin culpa ni estigma.

Cuando el péndulo se mueve demasiado

Sin embargo, no toda ampliación diagnóstica es precisión. En los últimos años, algunos profesionales advierten del fenómeno inverso: el sobrediagnóstico.
Ni todos los niños con dificultades sociales están dentro del espectro, ni toda sensibilidad es neurodivergencia. La presión por “nombrar” puede convertir la diferencia en patología y la identidad en etiqueta.

En contextos saturados de información (padres preocupados, escuelas desbordadas, redes sociales que viralizan síntomas), el diagnóstico puede ser una forma de alivio, pero también un riesgo: el de reducir la complejidad humana a un código clínico.

El ruido y la señal

¿Entonces? ¿Ha aumentado el autismo o solo nuestra mirada? Los estudios más rigurosos apuntan a que el incremento real de casos es mínimo. La mayor parte de la diferencia proviene de los cambios en los criterios, el acceso al diagnóstico y la reducción del estigma. Hoy más personas se animan a evaluarse, más escuelas detectan señales y más profesionales disponen de herramientas fiables.

El reto no es contar más casos, sino comprender mejor qué significa vivir en el espectro: qué apoyos funcionan, cómo construir entornos inclusivos, y cómo evitar que el diagnóstico se use como una frontera en lugar de un puente.

Lo que realmente está creciendo

Lo que sí ha crecido —y eso sí es una buena epidemia— es la conciencia. Estamos empezando a hablar del autismo con menos miedo, menos prejuicio y más respeto. La ciencia no busca eliminarlo, sino entenderlo. Y esa comprensión, lenta pero profunda, quizá sea la verdadera revolución.

Porque al final, el autismo no se propaga como un virus. Se revela como una forma distinta de estar en el mundo. Y lo que el mundo necesita no es menos diversidad, sino más empatía para mirarla sin distorsión.

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“Muchas gracias por el reportaje sobre el miedo, ahora lo veo de otra manera. Y el de la caída del pelo es interesante y educativo.”

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