Autocompasión: una forma más amable de tratarte a ti misma 💌

Seguramente no tengas problemas a la hora de experimentar compasión frente al dolor ajeno, pero, ¿y hacia el propio? Hablemos de la importancia de la autocompasión.

¡Hola! En la Newsletter de hoy hablaremos acerca de la importancia de la autocompasión, de sentir empatía por nosotros mismos y no solo por los demás. También veremos la otra cara de la moneda, la autocrítica despiadada, y descubriremos la actualidad del mundo de la Psicología a través de las más interesantes noticias de la semana.

¡Empezamos!

— Natalia Menéndez, Pol Bertran

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¿Por qué es tan importante la autocompasión? 🫶

Los seres humanos somos vulnerables. Si bien contamos con fortalezas y recursos que ayudan a lidiar con la adversidad, en ocasiones podemos sentirnos abrumados por el dolor. Como individuos de naturaleza social, estamos preparados para conectar con los demás y sensibilizarnos ante su sufrimiento. En otras palabras, somos capaces de experimentar compasión frente al dolor ajeno. Esto nos empuja a brindar apoyo y sostén desde la amabilidad y el respeto.

Aunque la mayoría de nosotros tenemos naturalizada esta respuesta comprensiva hacia los demás, lo cierto es que la forma en la que reaccionamos hacia nuestro propio dolor es bien distinta. De hecho, cuando somos nosotros los que sufrimos a menudo tendemos a minimizar, ocultar e incluso negar nuestro dolor. A veces incluso nos juzgamos con dureza por sentir lo que estamos sintiendo, obligándonos a esconder el malestar en un cajón en algún lugar de nuestro interior.

Creemos que la compasión por nosotros mismos es sinónimo de anclarnos en el rol de víctimas y eso nos genera un gran rechazo. Por eso, tratamos de ser héroes de armadura indestructible ante los problemas de la vida. Esta actitud despiadada es fuente de numerosas dificultades que merman nuestra paz y bienestar, problemas que muchas veces nos acaban llevando a pedir ayuda profesional.

Precisamente, en terapia los psicólogos tienen muy presente el concepto de autocompasión, entendiendo esta como una manera de tratarnos basada en la amabilidad, sin críticas o juicios dañinos de por medio. Esta no es muy diferente de la compasión que manifestamos hacia los otros, ya que permite comprender el propio dolor desde una mirada de respeto y afecto. Las personas que se tratan a sí mismas de forma compasiva desarrollan un diálogo interno positivo, cercano y amable.

Tratan de corregir sus errores pero no se fustigan por ellos, ya que siempre miran al pasado entendiendo que han hecho las cosas como han podido acorde a sus circunstancias. Lejos de minimizar u ocultar su dolor, lo miran de frente sin temor porque saben que el sufrimiento y los errores forman parte de la naturaleza humana. A pesar de toda esa imperfección, la persona se sigue sintiendo en paz porque se comprende y se cuida con bondad.

Desarrollar la autocompasión tiene mucho que ver con la aceptación. Cuando aceptamos que la vida no es como nosotros queremos, que no siempre vamos a estar felices ni a hacer todo perfecto, podemos empezar a tolerar nuestro sufrimiento sin verlo como una amenaza. Dejamos de luchar y empezamos a convivir con nuestra realidad, que tiene sus luces y sombras.

Cuando entrenamos esta capacidad de tratarnos con compasión, es esperable que nos sintamos más satisfechos con la vida, que miremos la realidad con mayor optimismo y curiosidad e incluso seamos más resilientes. Si crees que puedes mejorar la manera en la que te hablas, puedes probar con un sencillo ejercicio: cuando cometas un error o atravieses una dificultad, piensa en aquello que le dirías a un amigo si estuviese en tu situación. Seguramente tus palabras sean muy distintas de las que, a priori, te dirías a ti. El diálogo, posiblemente, sea mucho más cálido y amable.

La otra cara de la moneda: la autocrítica despiadada 🤕

Por desgracia, son muchas las personas que mantienen un diálogo dañino consigo mismas. Frente a la compasión, el polo contrario queda representado por voces críticas que nos machacan, nos juzgan y nos reprochan nuestros errores continuamente.

Las voces críticas que muchas veces nos acompañan no son fruto de la casualidad. Muchas veces, estas representan voces que en su día procedían del exterior y poco a poco han calado muy dentro. Si en nuestra niñez éramos siempre criticados y pocas veces reconocidos, es fácil que la relación que mantenemos con nosotros mismos siendo adultos quede marcada por el desprecio.

Las voces críticas aparecen como el juez más despiadado en cualquier momento de dificultad. Nos dicen que no somos suficiente, que nunca lo vamos a conseguir e incluso que nadie nos aprecia. El problema de estas voces es que nos creemos sus mensajes ciegamente, lo que hace que nuestro autoconcepto quede seriamente deteriorado.

Sin embargo, esas voces también cumplen cierta función de protección. Actúan como una especie de escudo ante la crítica ajena. Si yo misma me digo que soy lo peor, las palabras negativas de los demás quizá no me duelan tanto. El problema es que muchas veces tratamos de hacer desaparecer esas voces sometiéndonos a ellas, tratando de ser fuertes y perfectas con tal de que nos dejen en paz. Sin embargo, son insaciables. Por mucho que resistamos, por mucho que intentemos ser mejores, siempre habrá algo criticable.

Silenciar esas voces y configurar de nuevo el discurso interno que nos decimos no es una tarea sencilla. Requiere un trabajo profundo de reflexión y comprensión del por qué y el para qué de estas, algo que se puede y debe hacer en un espacio terapéutico.

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