"Bed Rotting": la tendencia de pudrirse en la cama

¡Hola! En la Newsletter de hoy hablaremos de la tendencia en redes sociales del “Bed Rotting”, que literalmente significa pudrirse en la cama. Analizaremos este fenómeno desde una perspectiva psicológica, veremos los peligros de seguir y replicar todas las tendencias que vemos en plataformas como TikTok y, como siempre, repasaremos la actualidad en el mundo de la Psicología.

¡Empezamos!

— Natalia Menéndez, Pol Bertran

¿Qué es el “Bed Rotting”? 🧟‍♀️

Todos alguna vez hemos necesitado un poco de pausa. Tomarnos el día con calma y remolonear en la cama puede ser una forma de reponerse tras el estrés del día a día. Sin embargo, esta práctica puede ser llevada al extremo, en cuyo caso el efecto en la salud es bastante discutible.

Recientemente, las redes sociales han dado origen a un curioso término para nombrar a esta práctica: se trata del “bed rotting”, cuya traducción literal es “pudrirse en la cama”. Si bien este hábito no es algo inventado por la generación Z, es indudable que los jóvenes en la actualidad están muy influidos por tendencias virales como esta. Plataformas como Tiktok pueden ser un escaparate peligroso al promover prácticas de este tipo sin contemplar su efecto en los usuarios.

Los vídeos que promocionan el bed rotting en internet lo definen como la acción de pasarse todo el día en la cama, saliendo de ella únicamente para cubrir necesidades básicas. Esta costumbre se plantea como una forma de alejarse del estrés y cuidarse en medio de un mundo frenético, ya que la persona se limita a dormir, ver series o simplemente ojear su teléfono móvil.

Como es de esperar, esta tendencia no ha estado exenta de polémica. Uno de los motivos es que el bed rotting dista bastante de ser una forma de autocuidado. Para empezar, los profesionales de la salud siempre han señalado la importancia de mantener un estilo de vida mínimamente activo, pues el sedentarismo es perjudicial para nuestro cuerpo y mente. Añadido a esto, el patrón de sueño puede verse alterado al realizar actividades estimulantes como ver pantallas en un medio inicialmente destinado al descanso. Nuestro cerebro puede confundirse y asociar la cama con la actividad mental en lugar de entrar en un estado de relajación real.

Más allá de los efectos evidentes del sedentarismo en la salud, no podemos ignorar que una misma conducta puede cumplir una función distinta en cada persona según su contexto particular. Así, un hábito aparentemente inofensivo puede representar el síntoma de algo más profundo. No hay nada de malo en tomarse las cosas con calma cuando se necesita descansar.

No obstante, necesitar aislarnos del mundo en nuestra cama y experimentar desmotivación total ante las cosas es una señal de que algo no va bien en nuestra salud emocional. De hecho, los indicadores más comunes de la depresión son la pérdida de energía, el aislamiento social y la apatía. La persona no encuentra fuerzas para afrontar la vida y entra en un estado de letargo, hasta el punto de abandonar necesidades básicas como la higiene o la alimentación.

Así, aunque las redes presentan el bed rotting como un antídoto contra el estrés, es importante aclarar que este hábito se aproxima más al autodesprecio que a la atención del propio bienestar. El autocuidado tiene que ver con aquellas acciones que nutren nuestra salud física y mental. Esto implica comportamientos que nos ayudan a transitar la dificultad atendiendo nuestro cuerpo y mente de forma razonable.

Poner en marcha el autocuidado no siempre es fácil, ya que este no va siempre movido por las apetencias del momento. A veces, lo mejor para nosotros no es lo que más nos apetece en un primer momento. Si pensamos en una persona profundamente deprimida, seguramente su deseo primario nunca sea salir de su aislamiento. Por eso, al inicio el autocuidado en casos como este implica “forzar” un proceso de activación conductual que progresivamente le devuelva la motivación natural.

Aunque este ejemplo es extremo, cualquier persona sin necesidad de sufrir depresión puede pasar por momentos en los que resulte más complicado salir de la inercia. Por ello, es importante que hagamos las cosas fuera del piloto automático, tomando consciencia de qué es lo que realmente nos ayuda a recuperar las fuerzas cuando flaqueamos.

Añadido a todo lo anterior, también es preciso cuestionarse si estamos enfocando bien nuestra vida. Necesitar permanecer en la cama un día entero o aislarnos por completo puede ser una señal de que vivimos en un estado de estrés crónico. Es cierto que hay situaciones fuera de nuestro control, pero otras muchas sí están sujetas a nuestras decisiones. Revisar qué podemos cambiar en nuestro estilo de vida para partir de un estado de mayor calma mental es fundamental. Debemos analizar las diferentes áreas de nuestra vida y preguntarnos qué puede estar yendo mal en cada una de ellas y qué podemos hacer al respecto.

Los peligros para la salud de replicar tendencias virales 🤳

Las redes sociales nos han brindado muchas cosas positivas, pero también pueden representar un gran peligro. Esto es especialmente cierto cuando se trata de los más jóvenes, cuya conducta tiende a ser impulsiva debido a la falta de madurez cerebral. No es hasta los 25 años que nuestra corteza prefrontal, aquella que nos ayuda a pensar racionalmente contemplando las consecuencias, madura completamente.

Las redes fomentan la réplica de comportamientos que, cuánto más extremos son, más reforzamiento reciben. Estas plataformas construyen un mundo irreflexivo donde se impide el pensamiento crítico, lo que puede poner en riesgo la salud de los usuarios.

Por este motivo, la exposición a ciertos retos y tendencias virales puede ser decisiva en estas edades. En este sentido, el papel de la familia y el sector educativo es clave para orientar a los más jóvenes. Educar en materia de autocuidado y salud mental es básico, de manera que los adolescentes puedan cuidar de sí mismos entendiendo qué conductas entran dentro de la normalidad y cuáles constituyen una señal de alerta.

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