El Caso de Clever Hans: ¿el caballo que sabía matemáticas? 🐴

Clever Hans, también conocido como Hans "el Listo", fue un caballo que se hizo muy famoso en la Alemania de principios del siglo XX porque, como se decía, era capaz de revolver operaciones aritméticas.

¡Hola! En la Newsletter de hoy exploraremos la interesantísima historia de Hans “el listo”, un caballo que alcanzó fama internacional a principios del siglo pasado por, a priori, ser capaz de resolver operaciones matemáticas. Veremos también el efecto psicológico que se bautizó a raíz de este relato y, como siempre, haremos un repaso de la actualidad en el mundo de la Psicología.

¡Empezamos!

— Natalia Menéndez, Pol Bertran

Hans, “el caballo listo”: ¿mito o realidad? 🐎

Los caballos destacan por ser animales atléticos, bellos e inteligentes. Siempre han sido grandes compañeros del ser humano, aunque la historia que vamos a contar hoy se aleja completamente de la norma. Se trata de Clever Hans, un caballo que sembró la admiración debido a su aparente capacidad intelectual.

Para conocer a fondo esta anécdota tenemos que remontarnos a la Alemania de principios del siglo XX, donde este caballo comenzó a ganar fama debido a su inusual destreza a la hora de resolver distintas operaciones aritméticas. Algo que, hasta la fecha, sólo los humanos habían logrado llevar a cabo.

Los inicios de Clever Hans se dieron en un área rural en los alrededores de Berlín. Un profesor retirado llamado Wilhelm Von Osten comenzó a ser conocido debido a su capacidad para enseñar aritmética a su caballo. Esta destreza captó la atención del público debido a que, de vez en cuando, Von Osten realizaba demostraciones que se vivían como todo un espectáculo.

En ellas, Clever Hans hacía operaciones (sumar, multiplicar, dividir, operar con fracciones…), indicaba la hora e incluso memorizaba el calendario. Por si fuera poco, también lograba distinguir diferentes tonos musicales. El público de Clever Hans se encontraba impactado por su capacidad, nunca vista en otros animales.

Parecía responder siempre de forma correcta, algo que lograba hacer levantando su pata, dando un golpe en el suelo o moviendo su cabeza. Su éxito fue tal que se convirtió en todo un icono popular. Personas de todas las edades permanecían boquiabiertas ante él, hasta el punto de que su reconocimiento fue más allá de las fronteras alemanas. Conocido de manera internacional, se le apodó con el nombre que aquí venimos utilizando: “Clever Hans”.

Enseguida empezaron a surgir preguntas en torno a la metodología que el maestro había utilizado para lograr semejante proeza. Ante ellas, afirmaba emplear las mismas técnicas que solía usar con sus alumnos cuando ejercía como profesor, sirviéndose de una simple pizarra.

Aunque la voluntad del maestro parecía buena, expertos e intelectuales comenzaron a buscar alguna posible explicación que, de forma algo más lógica, diera cuenta de aquella atípica situación. El deseo de hallar respuestas llevó a la Universidad de Berlín a tomar acción, creando en 1907 la llamada Comisión Hans, específicamente ideada para este fin. Este grupo de trabajo estuvo encabezado por el psicólogo Oskar Pfungst.

A priori, los expertos vieron con sus propios ojos una demostración de las dotes del animal. En ese momento nada llamaba especialmente la atención, no parecía existir trampa ni cartón. Tras indagar a fondo en posibles causas, finalmente el equipo de Pfungst determinó que Clever Hans lograba responder adecuadamente gracias al lenguaje no verbal de los humanos. El animal no estaba llevando a cabo una comprensión de las instrucciones verbales que su maestro le asignaba.

En su lugar, los resultados eran posibles porque el caballo lograba detectar ligeros cambios en su expresión facial y lenguaje corporal, que cambiaban cuando llegaba al número correcto de golpes en cada operación matemática. Por supuesto, estas señales no verbales no eran emitidas a voluntad de su maestro ni del resto del público. Por ello, requirió mucho tiempo y observación encontrar la causa de su aparente inteligencia.

Un aprendizaje inesperado: el efecto Clever Hans 🧠

Más allá de lo curiosa que resulta la historia de este famoso caballo, el estudio y análisis de Oskar Pfungst y sus colegas permitió extraer un importante aprendizaje. Los resultados de este experimento con Clever Hans permitieron entender el que se conocería como “efecto Clever Hans”.

Este efecto hace referencia a un fenómeno propio de las investigaciones científicas, en las que el experimentador puede, de manera no intencional, influir sobre el sujeto del estudio mediante señales involuntarias de carácter muy sutil (gestos, posturas, miradas, tono de voz…).

Gracias al conocimiento de este fenómeno se pudo perfeccionar la metodología de investigación aplicando el doble ciego. El doble ciego permite que, en un estudio o ensayo clínico, ni el experimentador ni el sujeto de la experiencia conozcan el tratamiento aplicado durante la investigación, de manera que las expectativas no introduzcan un sesgo en los resultados obtenidos.

Este tipo de enmascaramiento es clave para garantizar un desarrollo de la ciencia más riguroso, pues en los estudios se suele asignar a cada sujeto a un grupo control (generalmente expuesto a un placebo o tratamiento estándar) o a un grupo experimental (al cual se le aplica un tratamiento). Desconocer a qué grupo pertenece cada participante resta subjetividad y aumenta la fiabilidad del experimento, ya que se impide la influencia de efectos muy comunes como el conocido efecto placebo o ciertos errores cognitivos, como el sesgo de confirmación.

Las implicaciones de estos avances no son pocas, pues los ensayos de doble ciego son cruciales para conocer los efectos de los tratamientos médicos y psicológicos sobre la salud de las personas. Gracias a ello, se puede comprobar de manera rigurosa su eficacia e incluso introducir mejoras en intervenciones ya probadas empíricamente.

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“Aprendo muchas cosas que no soy capaz de interpretar por mí misma y al ver confidencias con lo que leo, puedo ver las cosas desde otro ángulo.”

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