"El Efecto Pigmalión" y el enorme poder de las expectativas

La influencia que ejerce la creencia de una persona en el rendimiento de otra es lo que se conoce como Efecto Pigmalión. Exploremos este fenómeno psicológico.

¡Hola! En la Newsletter de hoy exploraremos la naturaleza del Efecto Pigmalión, el fenómeno psicológico que describe la influencia que tienen las creencias de otras personas sobre nuestro rendimiento. Del mismo modo, veremos cómo evitar que las expectativas de los padres afecten a los hijos y, como siempre, haremos un repaso de la actualidad en el mundo de la Psicología y presentaremos el nuevo episodio de nuestro podcast.

¡Empezamos!

— Natalia Menéndez, Pol Bertran

¿Qué es el Efecto Pigmalión? 🪞

No son pocas las veces que en psicología se habla de la enorme influencia que nuestras creencias tienen sobre nosotros, repercutiendo en nuestras emociones y forma de comportarnos.

Sin embargo, es común dejar fuera de la ecuación el papel de aquellas creencias que los demás tienen sobre nuestra persona. Lo cierto es que aquello que los otros esperan de nosotros puede llegar a ser, para bien o para mal, un importante condicionante. Podemos comprender más concretamente cómo esto sucede a través del llamado Efecto Pigmalión.

Este curioso efecto hace referencia a cómo el rendimiento de una persona puede verse influido por las expectativas de quienes la rodean. En otras palabras, la confianza que otros tengan en nuestro desempeño puede ser un valioso catalizador para obtener resultados exitosos. Por ello, se trata de un aspecto crucial para entender el desarrollo de los individuos en ámbitos como la familia, el sistema educativo o el mundo laboral. Es por este motivo que ha sido ampliamente investigado en el campo de la Psicología.

Seguramente te estés preguntando el origen del nombre con el que se bautizó a este paradigma. Lo cierto es que se deriva de una historia mitológica griega, que tiene como protagonista al rey Pigmalión, quien afirmaba que no se enamoraría de ninguna persona a no ser que fuera perfecta.

Al ver que no lograba encontrar aquella mujer ideal que tanto ansiaba, comenzó a esculpir con sus manos esculturas de hermosas féminas. Finalmente, logró crear una obra maestra, de perfección tan excepcional que Pigmalión se enamoró de ella. Fue tal su flechazo que decidió ponerle un nombre, Galatea, y comenzó a tratarla como si de una mujer real se tratase. Finalmente, las múltiples atenciones de Pigmalión hicieron que aquella escultura se convirtiera en una mujer de carne y hueso.

Esta historia puede parecer un simple relato de amor a primera vista, pero la realidad es que su mensaje puede ser más profundo. Las expectativas de Pigmalión hacia su escultura eran tan elevadas que finalmente logró cumplir aquello que tanto había deseado, hasta el punto de transformar un objeto inerte en un ser humano. Trasladando la historia al tema que nos ocupa hoy, podemos ver que la mirada con la que los otros nos ven puede transformar por completo nuestra manera de ser, estar y actuar.

El efecto Pigmalión también se conoce con el término “profecía autocumplida”, ya que cuando anticipamos ciertos escenarios es más probable que nuestra conducta vaya encaminada a hacerlos realidad. Al fin y al cabo, lo que los demás piensan de nosotros condiciona la autoestima. Si los otros nos hacen sentir que somos capaces, seguramente creeremos que así es y nuestras acciones irán en consonancia con esta creencia. Por el contrario, cuando los demás desconfían de nuestra capacidad, formamos un concepto negativo de nosotros mismos que nos limita a la hora de actuar.

¿Cómo evitar que las expectativas de los padres repercutan en los hijos?

Como adelantamos unas líneas más arriba, el efecto Pigmalión ha sido ampliamente estudiado por todas las implicaciones que tiene en el desarrollo de las personas. En particular, la enorme influencia de las expectativas se puede ver claramente en el ámbito de la crianza, donde las creencias que los progenitores tienen sobre los hijos pueden condicionar (para bien o para mal) su desempeño como individuos.

Cuando las expectativas sobre ellos son bajas y hay poca confianza en sus capacidades, esto puede suponer un enorme lastre para su correcto desarrollo a todos los niveles. Todos los niños necesitan ser mirados desde la confianza, sentirse especiales y valiosos, ser conscientes de que pueden conseguir metas.

Por supuesto, las expectativas son algo natural y más aún cuando hablamos de los hijos. Ya desde antes de su nacimiento, los hijos son un deseo, un proyecto donde entran en juego emociones intensas, anticipaciones…los futuros padres ya comienzan entonces a construir una especie de idealización acerca de cómo será la criatura. Sin embargo, es fundamental que los progenitores tomen conciencia de ellas y aprendan a canalizarlas para no generar daño. Algunas claves pueden ser de ayuda para evitar que el efecto Pigmalión en clave negativa suponga un obstáculo en el desarrollo emocional de los hijos:

  • Trata de aceptar incondicionalmente a tu hijo. Reconoce sus capacidades y limitaciones sin juzgar o tratar de modificar quién es.

  • No le compares con nadie más, aprecia su individualidad y aquello que le hace único y diferente.

  • Procura establecer metas realistas para él, equilibrando la existencia de retos que le estimulen sin perder contacto con su realidad.

  • Construye un vínculo saludable con él, transmítele un amor incondicional al margen de sus logros o metas.

  • Cuida el lenguaje, evita utilizar etiquetas que pueden suponer una auténtica condena al dañar su autoconcepto.

  • Premia sus logros, incluso aquellos más pequeños. Todos necesitamos una palmadita en la espalda cuando conseguimos cosas.

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