"El segundo cerebro": la conexión entre la mente y los intestinos

¡Hola! En la Newsletter de hoy exploraremos la interesantísima relación entre el sistema nervioso y el digestivo y cómo los intestinos son, en esencia, un “segundo cerebro”. Del mismo modo, entenderemos la importancia de disponer de una flora bacteriana sana y, como siempre, haremos un repaso de la actualidad en el mundo de la Psicología.

¡Empezamos!

— Natalia Menéndez, Pol Bertran

La naturaleza del “segundo cerebro” 🥥

Hasta la fecha seguramente hayas tenido muy claro que las personas disponemos de un solo cerebro. Sin embargo, las investigaciones realizadas en los últimos años parecen indicar que, en realidad, contamos con dos.

Quizá esto te parezca descabellado, pero para entender de qué hablamos es importante hacer referencia al llamado eje intestino-cerebro. Ambos órganos están muy vinculados, hasta el punto de que muchos expertos consideran que el intestino es una especie de segundo cerebro con enorme repercusión en el estado general de salud de las personas.

La relación entre ambos órganos es evidente desde la gestación, donde parten de un tejido común que posteriormente se diferencia dando lugar al sistema nervioso central por un lado (el cerebro y la médula espinal) y el sistema nervioso entérico por otro (el intestino). Ambos sistemas parecen estar controlados por las mismas hormonas y neurotransmisores.

El intestino constituye el segundo órgano del cuerpo con mayor número de neuronas, algo lógico si tenemos presente que cerebro e intestino mantienen una compleja comunicación bidireccional. Por un lado, estados emocionales como la ansiedad pueden alterar profundamente el funcionamiento del aparato digestivo. En momentos de estrés agudo, el cerebro envía señales que repercuten en la motilidad y permeabilidad de la barrera intestinal, además de transformar la microbiota fomentando el sobrecrecimiento de bacterias perjudiciales.

Es por ello que, cuando nos encontramos nerviosos por alguna situación, podemos sufrir malestar digestivo con síntomas como dolor, estreñimiento/diarrea, reflujo…Si esta situación se vuelve persistente en el tiempo, podemos llegar a desarrollar enfermedades de carácter crónico, como por ejemplo la enfermedad de Crohn.

En el sentido opuesto, también encontramos que el intestino a menudo envía señales que influyen en nuestro estado de ánimo y capacidad cognitiva. Mediante el nervio vago y determinadas vías neuroendocrinas, los metabolitos y neurotransmisores generados a nivel intestinal pueden llegar al cerebro e influir en nuestras emociones y comportamiento.

De esta forma, los microorganismos del intestino y los metabolitos derivados de la digestión de los alimentos pueden modificar funciones tan relevantes como la respuesta endocrina al estrés, influyendo así en las emociones y conductas generadas ante situaciones potencialmente traumáticas. Todo ello es relevante a la hora de comprender no sólo patologías de tipo digestivo, sino también el desarrollo de enfermedades mentales como la ansiedad o la depresión desde una perspectiva de la salud más holística.

La importancia de la flora bacteriana en nuestro cuerpo 🦠

La microbiota intestinal, también conocida como flora bacteriana, representa al conjunto de bacterias que habitan en nuestro intestino. Estas habitan en nuestro organismo manteniendo un vínculo de tipo simbiótico.

Cuando nacemos, nuestro intestino es prácticamente estéril. Sin embargo, ya desde el nacimiento el recién nacido logra heredar microorganismos procedentes de la flora vaginal y gastrointestinal materna. Asimismo, la lactancia ejerce un rol muy importante en el desarrollo de la microbiota. Posteriormente, con la introducción de alimentos sólidos en la dieta, el niño va transicionando a un microbioma más similar al del adulto.

El estudio de la microbiota intestinal en los últimos años ha permitido abrir nuevas perspectivas de trabajo con el fin de entender de manera profunda patologías tan frecuentes como la ansiedad o la depresión. La microbiota es esencial debido a su implicación en numerosas funciones como las siguientes:

• Metabolizar alimentos: Algunas bacterias producen enzimas que ayudan a degradar los compuestos de origen vegetal.

• Producir vitaminas: Algunas bacterias tienen gran importancia para sintetizar metabolitos esenciales como la vitamina B12.

• Degradar toxinas: Las bacterias son capaces de metabolizar sustancias químicas ambientales, ayudando a reducir su toxicidad para el huésped.

• Proteger ante patógenos: La microbiota está preparada para impedir que microorganismos perjudiciales puedan colonizar el medio. Incluso, pueden generar sustancias que atacan de forma directa a los patógenos que intentan invadirnos.

Debido a sus funciones y su papel en la salud, las perturbaciones en la microbiota pueden romper esa relación armónica de simbiosis y crear el entorno ideal para el desarrollo de enfermedades metabólicas, mentales y autoinmunes.

Cuando se produce un desequilibrio en la microbiota del tubo digestivo hablamos de disbiosis. En ocasiones, la disbiosis puede requerir tratamiento médico específico. Cuando esta aparece, puede ser de tres maneras: se han perdido las bacterias intestinales de carácter beneficioso; existe un sobrecrecimiento de las comunidades bacterianas potencialmente patógenas; y se pierde diversidad bacteriana general.

En definitiva, la microbiota representa un eje central a la hora de comprender y tratar diversas enfermedades. Partiendo de esta idea, se plantea la posibilidad de contribuir al bienestar tratando y previniendo patologías con el empleo de estrategias dietéticas personalizadas.

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