¿Existen las pastillas para la inteligencia?

💊 Un apodo para hablar de medicamentos que pueden interferir en los procesos cerebrales y aumentar la capacidad de las personas para concentrarse y retener información 💊

¡Hola! En la Newsletter de hoy exploraremos la ciencia detrás de las bautizadas como “pastillas para la inteligencia”, unos fármacos estimulantes diseñados para tratar ciertas patologías cuyo uso, sin embargo, cada vez está más extendido para mejorar las capacidades cognitivas. Entenderemos sus efectos y riesgos asociados y, como siempre, haremos un repaso de la actualidad en el mundo de la Psicología.

— Natalia Menéndez, Pol Bertran

“Pastillas para la inteligencia”: ¿qué son exactamente? 💊

En primer lugar, nos centraremos en definir qué son exactamente las pastillas para la inteligencia. Estas hacen referencia a sustancias empleadas habitualmente por estudiantes y personas que necesitan retener grandes cantidades de información en períodos cortos de tiempo. En algunos grupos se encuentra muy extendida su utilización en momentos críticos como épocas de exámenes, oposiciones o entregas de proyectos.

Estas pastillas actúan mejorando las capacidades mentales de las personas. Esto implica una mayor facilidad para integrar información nueva, extraer conclusiones correctas o recordar detalles y datos específicos. Es por ello que aquellos estudiantes que no logran retener toda la información que desean acaban por recurrir a estas pastillas. Añadido a todo lo anterior, se trata de fármacos que reducen la sensación de fatiga y el estrés, permitiendo a quien los consume disponer de un chute de energía mental.

Lo cierto es que estos fármacos no fueron diseñados con esta función. En realidad, se fabricaron con el fin de brindar un tratamiento a personas con diferentes trastornos relacionados con el sistema nervioso, como por ejemplo el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). Las dos variedades de estos fármacos más vendidas son aquellas que contienen anfetaminas y metilfenidatos.

Los estudiantes que recurren a este tipo de pastillas suelen hacerse con ellas a través de contactos o familiares que padecen algún tipo de trastorno. Cuando una persona consume este tipo de pastillas, las sustancias que contienen ejercen un efecto inmediato en las células nerviosas del cerebro. Con ello, se envían mensajes a los neurotransmisores, sustancias que regulan el funcionamiento del sistema nervioso. Se trata de medicamentos con un efecto estimulante, el cual altera y distorsiona el funcionamiento natural del organismo.

La secreción normal de los neurotransmisores se ve afectada, lo que da lugar a un incremento forzado de la atención y la concentración. Sin embargo, una vez que estos efectos se desvanecen, la persona puede caer en el polo opuesto y ver reducida su actividad cerebral. De esta manera, puede mostrarse letárgica, desmotivada e incluso deprimida.

Durante el tiempo que sus efectos perduran, la persona ve aumentado su nivel de alerta, siente más energía e incrementa su ritmo cardíaco y respiratorio. Aunque la posibilidad de aumentar nuestras capacidades cognitivas con sólo una pastilla es muy atractiva, la realidad es que este recurso puede poner en riesgo nuestra salud, por no hablar de todos los dilemas éticos que se plantean ante el uso “informal” de estos fármacos.

Como venimos comentando, el peligro de las llamadas pastillas para la inteligencia es más que relevante. A nivel físico, estos fármacos pueden poner en riesgo la salud al emplearse sin la existencia de una patología que los requiera. Recurrir a sustancias estimulantes puede potenciar temporalmente la capacidad cognitiva, pero también dañar nuestro cerebro y los procesos que en él tienen lugar. En los casos más graves, estas sustancias pueden reactivar recuerdos traumáticos de la persona o mermar su capacidad cognitiva a medio y largo plazo.

Más allá de los peligros que entrañan para la salud, no cabe duda de que el uso de estas sustancias para mejorar el rendimiento es más que cuestionable. Al tratarse de un fenómeno reciente, aún no hay un marco regulador claro que ponga límites a esta práctica. No obstante, se está planteando un gran debate por el que se pone encima de la mesa la posibilidad de exigir la supervisión legal de estos medicamentos. También se discute si el uso de estas sustancias puede considerarse engaño o trampa en pruebas y exámenes. Incluso, se valora si en el futuro muchos profesionales con turnos largos de trabajo pueden llegar a verse forzados a recurrir a estas drogas por la presión de su entorno. Si compañeros o competidores parten de un funcionamiento cognitivo superior, es esperable que el resto quieran equipararse y no quedarse atrás.

Son varias las profesiones en las que parece que recurrir a estas pastillas es una práctica cada vez más extendida. Un ejemplo de ello son los militares, que en sus operaciones de combate requieren mantenerse activos y despiertos por períodos largos de tiempo. Tampoco se quedan atrás los profesionales sanitarios, como médicos y enfermeros, que de la misma forma deben lidiar con turnos interminables y exigentes. Incluso, los pilotos de avión o los académicos pueden caer en la tentación de resolver sus dificultades con este tipo de fármacos.

De acuerdo con un estudio conducido por la investigadora en neuropsicología Bárbara Sahakian, de la Universidad de Cambridge, alrededor del 17% de alumnos de las universidades estadounidenses recurren al estimulante metilfenidato (ideado para el tratamiento de niños con TDAH) para lidiar con sus estudios con una capacidad cognitiva amplificada. Por ello, es evidente que se trata de un fenómeno peligroso que va en aumento y puede tener graves consecuencias si no se gestiona de manera adecuada.

Una curiosa relación con la tan veloz vida 😵‍💫

Al hilo de todo lo que venimos planteando, es interesante reflexionar acerca de la relación entre el abuso de estas pastillas y la relación que esto guarda con el capitalismo extremo.

Vivimos en una sociedad que va a toda prisa, donde priman la competitividad y el individualismo. Nos enseñan que es importante ser el mejor, triunfar, tener éxito y ser la mejor versión de nosotros mismos. Este afán por llegar a la cima de la autorrealización puede ser muy dañino, pues dejamos de vivir una vida plena para conseguir ganar. En esta filosofía tan competitiva no sorprende que muchas personas tomen la decisión de ingerir pastillas que les ayuden a superarse y ser capaces de todo lo que se proponen.

En otras épocas, las drogas ya existían y se consumían como ahora. Sin embargo, la mayoría de la gente tenía como objetivo poder evadirse, alejarse de la vida cotidiana, las presiones, las obligaciones, etc. Sin embargo, hoy parece que las drogas están sirviendo a muchas personas para justamente lo contrario: poder centrarse más que nunca en todo aquello que deben hacer.

Esta tendencia que va en aumento nos dice mucho acerca de cómo funciona la sociedad actual. Nos obsesiona inflar nuestro ego, recibir el aplauso y las alabanzas del resto, impresionar y demostrar. Nos desconectamos de lo que somos y lo que nos gustaría ser y nos enfocamos en encajar en esas expectativas que nos dijeron que debíamos cumplir.

La conclusión que podemos extraer de este artículo es que, en efecto, las pastillas para la inteligencia existen. No se han diseñado para hacernos más inteligentes o capaces, sino para tratar enfermedades y trastornos asociados con el sistema nervioso. Se trata de sustancias estimulantes que interfieren en los procesos cerebrales normales y la secreción de nuestros neurotransmisores. Su uso fuera de las pautas médicas se ha ido haciendo cada vez más popular, ignorando todos los riesgos, peligros y dilemas vinculados con ello.

Son muchas las profesiones en las que las pastillas para la inteligencia parecen estar ganando adeptos, especialmente aquellas en las que es necesario afrontar turnos largos y extenuantes, con condiciones físicas críticas y una necesidad de extrema concentración. El uso de estos fármacos es cuanto menos atractivo, pues con una pastilla es posible ver amplificada la capacidad cognitiva. Sin embargo, no son pocos sus riesgos para la salud.

A posteriori, estas sustancias pueden deprimir el sistema nervioso, deteriorando la función cognitiva y alterando los procesos de memoria. Añadido a todos estos efectos colaterales, no cabe duda de que el uso de estas sustancias plantea numerosas cuestiones éticas. Los estudiantes que las emplean parten de una situación ventajosa, marcando la diferencia en pruebas clave como exámenes y oposiciones. También es posible que con el tiempo muchos profesionales puedan verse presionados a utilizarlas, sencillamente para equiparar su rendimiento al de los demás compañeros.

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