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El Experimento de la Cárcel de Stanford 🎬 Un lado oscuro de la Psicología

El verano de 1971, Philip Zimbardo desarrolló un experimento psicológico que pasó a la historia por su crueldad y por atravesar todas las líneas de la ética y la moral.

¡Hola! En la Newsletter de hoy descubriremos la historia de uno de los experimentos psicológicos más tristemente célebres, el de la Cárcel de Stanford, analizaremos la ética detrás de la Psicología, veremos cómo la soledad impacta en el cerebro, y mucho más.

¡Empezamos!

— Natalia Menéndez, Pol Bertran

La historia de la cárcel de Stanford 🎥

¿Existen buenas y malas personas? ¿Qué define la bondad y la maldad humana? Son cuestiones abiertas y complejas con una respuesta difícil de concretar.

Todo lo que rodea al comportamiento humano y los límites hasta los cuales puede llegar ha sido siempre un foco de interés. Sin embargo, el siglo XX constituyó un momento “dorado” para el estudio de este aspecto. En este siglo se desarrollaron experimentos que pasaron a la historia no sólo por las interesantes conclusiones que de ellos se derivaron, sino también por la encendida polémica en torno a su metodología.

En la actualidad, desarrollar una investigación sobre cualquier tema implica necesariamente pasar por la aprobación de un comité ético. Esto permite que los estudios realizados se adhieran a principios como la honestidad o la integridad en todas las etapas del proyecto. Aunque hoy la ética es un pilar indivisible del desempeño científico, lo cierto es que hace tan sólo unas décadas eran aceptadas algunas prácticas que hoy serían impensables. En otras palabras, antaño el proceder en ciencia daba por hecho que el fin justificaba los medios.

Hoy vamos a hablar de un experimento ampliamente conocido, que fue diseñado precisamente para comprender si un entorno extremo podría llevar a individuos aparentemente equilibrados a actuar de una forma moralmente deplorable. Hablamos del experimento de la cárcel de Stanford, un proyecto conducido en 1971 por el investigador Philip Zimbardo en el sótano de la universidad del mismo nombre.

Este trabajo pasó a la historia, siendo calificado por muchos como una investigación de enorme valor para comprender la conducta humana. Sin embargo, actualmente su replicación no podría contemplarse por sus muy cuestionables bases éticas, lo cual también ha motivado numerosas críticas hacia Zimbardo y su equipo.

Lo que motivó a Zimbardo a emprender esta arriesgada propuesta fue el deseo de analizar los finos límites que separan el bien y el mal, algo que, en principio, la población general sabe discernir muy bien. Así, él se cuestionaba si una persona “buena” podría dejar de serlo en función del escenario en el que se encuentra. Lo curioso de este proyecto es que, lejos de ser considerado una locura, recibió financiación del gobierno estadounidense, pues existía un interés por entender el origen de los conflictos propios de las prisiones.

Para captar sujetos, Zimbardo publicó un anuncio en el que ofrecía 15 dólares al día a quienes se ofrecieran para pasar dos semanas en una prisión falsa. Los elegidos fueron 24 estudiantes, que fueron asignados aleatoriamente a dos roles diferentes: guardián o prisionero. Los sujetos se marcharon a sus casas tras inscribirse, sin intuir lo que ocurriría después.

Todo comenzó con policías de verdad, que tras aceptar su participación en la investigación, aparecieron en los domicilios de aquellos que habían sido etiquetados como prisioneros. Se les arrestó bajo la acusación de haber robado y fueron enviados con los ojos vendados a una supuesta prisión, que no era otra cosa que un sótano de la Universidad de Stanford. Una vez allí, los sujetos fueron desinfectados y vestidos con una camiseta larga y unas sandalias de goma. También se les colocaron cadenas en los tobillos.

Por su parte, los voluntarios con el rol de guardias empezaron a llevar a cabo actos cada vez más violentos y humillantes hacia los prisioneros. Aunque se les había prohibido ejercer agresiones físicas, los ataques psicológicos tenían un cariz cada vez más cruel. La tortura llegó hasta el punto de prohibir el sueño a los prisioneros, adoptando una actitud totalmente deshumanizada hacia ellos.

Los niveles de violencia alcanzaron tal nivel que el experimento tuvo que interrumpirse a los seis días del comienzo. Este tiempo fue suficiente para que Zimbardo concluyera que la situación influye intensamente en la conducta de las personas, hasta el punto de hacerles ejercer el mal (en el caso de los guardianes) o tolerar los malos tratos (en el caso de los prisioneros).

Como ya adelantamos, la polémica en torno a este estudio fue más que sonada. Una de las principales razones fue el gran número de participantes que sufrieron secuelas emocionales tras lo vivido, especialmente aquellos que habían desarrollado el rol de prisioneros.

El valor de la ética en la investigación científica ⚖️

Como hemos podido ver, la investigación científica no era igual hace unas décadas que en el momento actual. En cuestión de un puñado de años, han sido numerosos los cambios que se han ido implementando con el fin de prevenir lo que sucedió en experimentos como el que acabamos de comentar.

Por supuesto, realizar estudios es fundamental para permitir que la ciencia avance y ampliar los conocimientos que tenemos sobre el mundo. Sin embargo, este objetivo nunca puede ser superior a cuestiones fundamentales como los derechos de las personas.

Aunque este tipo de investigaciones y el daño que provocaron no se pueden remendar, mejorar los estándares éticos en la ciencia ha permitido que el conocimiento de ahora en adelante se integre con otros valores igual (o más) importantes como el respeto, la transparencia o la empatía.

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