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La culpa: esa emoción tan desagradable y necesaria a la vez 💔
Sentirnos culpables de nuestras decisiones o acciones es uno de los peores sentimientos que podemos experimentar, pero a la vez, uno con el que debemos aprender a convivir.
¡Hola! En la Newsletter de hoy exploraremos el complejo sentimiento de la culpa, reconociendo esta emoción como algo que debemos saber gestionar y, a la vez, abrazar. Entenderemos también la relación que tiene con nuestra salud mental y recomendaremos algunas lecturas interesantes.
¡Empezamos!
— Natalia Menéndez, Pol Bertran
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Abrazar la culpa ❤️🩹
Habitualmente se clasifican las emociones como positivas y negativas, una diferenciación que viene dada por cómo de agradables nos resultan cuando aparecen. Sin embargo, esta manera de nombrarlas no es del todo ajustada, pues lleva a pensar que aquellas más incómodas deben ser reprimidas o ignoradas. Nada más lejos de la realidad, pues todas ellas cumplen una función importante. Cada una de las emociones que sentimos son clave para entender qué está pasando y cómo debemos actuar al respecto.
Hoy vamos a poner el foco en la culpa, ya que esta emoción suele ser una de las más detestadas por norma general. Y es que no hay nada más desagradable que sentir ese remordimiento por dentro cuando creemos haber cometido un error.
La culpa nos remueve porque guarda mucha relación con la moralidad. Habitualmente, aparece cuando hemos cruzado la línea que separa el bien del mal, lo que puede poner en riesgo nuestro papel en el grupo social. No obstante, esa incomodidad interior que nos provoca es, precisamente, la que nos impulsa a resolver lo que hemos hecho mal y mejorar.
Es por ello que la culpa representa una emoción importante, pues gracias a ella podemos actuar de manera ajustada al contexto y fortalecer nuestros vínculos con los demás. Así, una disculpa a tiempo siempre nos conecta con el otro y nos ayuda a ampliar la perspectiva de las cosas. Cuando escuchamos a la culpa y actuamos acorde a lo que ésta nos dice, generalmente somos capaces de tomar responsabilidad de nuestros actos. Todo ello permite guiar el comportamiento en una dirección que nos hace sentir coherentes con los valores que tenemos.
Sin embargo, la culpa puede ser un arma de doble filo. Es cierto que cuando aparece en situaciones puntuales y de manera acotada en el tiempo, esta nos permite analizar la situación y actuar. Sin embargo, la culpa puede llegar a enquistarse o aparecer en situaciones que realmente no dependen de nuestra voluntad. En estos casos, se convierte en un malestar interno que se perpetúa sin llevarnos a resultados productivos. En estos casos, la culpabilidad puede incluso favorecer el desarrollo de trastornos psicopatológicos, pues ejerce un efecto de bloqueo sobre la persona.
Una adecuada gestión de la culpa pasa por varias acciones:
Escuchar la emoción: Cuando la culpa aparece, es importante que la escuchemos en lugar de obviarla y silenciarla. Cuando prestamos atención a la emoción y aquello que nos quiere decir, es más fácil que esta se resuelva pronto en lugar de quedarse dentro de nosotros.
Ponerle nombre: Si sientes culpa no tienes por qué disfrazar esa emoción como si fuese otra. No estás triste ni enfadado, simplemente te sientes culpable. Aceptar que la culpa es algo natural en las personas es sano porque nos permite atenderla bien.
Toma acción: Si te sientes culpable por algo no huyas rápidamente de ello distrayendo tu mente con otras cosas. En su lugar, analiza con la mayor objetividad posible qué ha pasado y qué puedes hacer para enmendar tu error. Este análisis también es clave para averiguar si realmente es pertinente que sientas culpa, pues es posible que te estés responsabilizando de algo que no te corresponde.
Comparte cómo te sientes con alguien de tu confianza: El malestar siempre se alivia cuando lo sacamos fuera con personas que saben escucharnos. Elige a tu persona de confianza y háblale de cómo te sientes.
Ve a terapia: Si sientes que la culpa es una losa muy pesada que interfiere en tu bienestar, quizá sea momentos de trabajarla de manera más profunda de la mano de un profesional.
La culpa y su relación con la salud mental 🧠
Tal y como comentamos unas líneas más arriba, la culpa puede convertirse en un problema cuando se enquista dentro de nosotros. En estos casos, la emoción puede atentar seriamente contra la autoestima de la persona, que se valora a sí misma de forma negativa. Ese malestar con uno mismo, que se acompaña del sentimiento de inadecuación, estigma e incluso inutilidad, puede crear el escenario perfecto para el desarrollo de problemas mentales importantes.
A veces, la culpa también representa la parte más visible de algo mucho más profundo. Personas que han vivido experiencias de tipo traumático pueden manifestar culpa permanente por sentirse responsables de lo que les tocó vivir. Ejemplos de ello son el acoso escolar, el abuso sexual infantil o la negligencia emocional en la familia. En situaciones como estas, la persona interioriza que si ha sido dañada es simplemente porque lo merecía, de manera que la culpa se asienta como un apéndice de su persona.
En otros escenarios como el duelo, la culpa permite a la persona volcar su rabia por la pérdida en algún sitio, ya sea hacia sí misma o hacia otro, una etapa transitoria que a veces sucede antes de que el doliente entre en contacto pleno con su tristeza. En cualquier caso, la culpa permanente nos sitúa en una tesitura difícil, pues nos coloca en una postura de rechazo y desprecio hacia quiénes somos.
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