La "reconfortante" comida rápida: ¿por qué es tan adictiva?

🍔 La composición del fast food activa ciertas regiones de nuestro cerebro que nos llevan a experimentar un adictivo gusto hacia él. Exploremos la neurología de esta peligrosa relación 🍔

¡Hola! En la Newsletter de hoy exploraremos la neurología detrás de la adicción que el fast food genera en nosotros, analizando cómo activa ciertas regiones de nuestro cerebro de una forma muy particular. Del mismo modo, veremos cómo desarrollar una relación sana con la comida y, como siempre, haremos un repaso de la actualidad en el mundo de la Psicología.

¡Empezamos!

— Natalia Menéndez, Pol Bertran

El poder reconfortante del fast food 🍕

La preocupación por la salud de forma integral ha llevado a un estudio cada vez más profundo de la relación que las personas mantenemos con la comida. El incremento de casos de trastornos de la conducta alimentaria (TCA) ha generado un creciente interés por la relación existente entre nuestra alimentación y nuestra salud emocional. Esta vinculación es tremendamente compleja, por lo que aún hay muchas incógnitas pendientes por despejar.

Lo que sí sabemos es que las emociones están muy implicadas en nuestra alimentación, de manera que comer no consiste únicamente en la ingesta de nutrientes. Así, todos en cierta medida comemos guiados no sólo por las señales fisiológicas de hambre, sino también por nuestro estado psicológico. La comida es un elemento de socialización, nos conecta con recuerdos y tradiciones, tiene un significado. Por ello, comer rodeados de gente es todo un ritual que forma parte de nuestras costumbres desde los comienzos de la especie.

La comida es una fuente de alimento y también de confort. Cuando comemos se nos llena el estómago pero también el alma, y esto tiene una gran importancia a la hora de comprender los problemas alimentarios que afectan a una parte importante de la población.

Uno de los TCA más extendidos es el llamado Trastorno por Atracón. En este tipo de trastorno la persona pierde el control de sus impulsos y sufre episodios en los que hay una ingesta desmedida de alimentos en poco tiempo. A menudo, en estos episodios se consumen alimentos “prohibidos”, tales como dulces o comida rápida.

En ocasiones se ha sugerido la existencia de una supuesta adicción a la comida, tal y como sucede con las drogas. Sin embargo, hay profesionales que consideran que no se pueden equiparar ambos procesos, ya que la comida es un elemento necesario para vivir mientras que las drogas no lo son. Enfocar la relación alterada con la comida como una adicción no sería acertado desde este punto de vista, pues nadie puede mantener “abstinencia” de los alimentos.

Lo que sí parece ser común es la implicación del sistema cerebral de recompensa. Este sistema está presente en los humanos desde la prehistoria, siendo clave en un momento en el cual la comida nunca estaba garantizada. Así, cuando había comida era necesario ingerir sin control porque no estaba claro cuándo volvería a existir disponibilidad de alimentos. El problema de este circuito es que apenas ha cambiado desde entonces, mientras que nuestra alimentación es radicalmente diferente en la actualidad.

Así, este circuito es el responsable de que cuando ingerimos alimentos se segreguen en el organismo sustancias como la dopamina, que nos ocasionan esa sensación de placer. Los alimentos procesados, que llevan en su composición potenciadores de sabor o grandes cantidades de azúcar, pueden provocar una respuesta aún más intensa de placer. Esto puede llevar a consumir más de ese alimento aunque fisiológicamente no haya sensación de apetito. Como consecuencia, la persona puede sentirse culpable posteriormente, así como desarrollar creencias negativas sobre sí misma. Esto no hace más que reforzar la necesidad de obtener placer para compensar el malestar interno que se está experimentando.

Comer es algo placentero y así debe ser. El problema aparece cuando la persona carece de recursos que le permitan gestionar sus emociones, siendo la comida un parche muy útil para calmar el malestar a corto plazo. Cuando aparecen estas dinámicas, es fácil que la persona enseguida se sienta una “adicta” a la comida, algo que además se ve reforzado por la cultura de la dieta y la tendencia a restringir la ingesta para bajar peso, lo que fomenta que nuestro cerebro actúe guiado por ese temor a que los alimentos dejen de estar disponibles.

Por ello, no es del todo adecuado hablar de adicción a la comida, sino de una relación complicada con ella derivada de problemas subyacentes. Es por ello que, en aquellos casos en los que una persona carece de control a la hora de ingerir ciertos alimentos, se cuente con ayuda profesional de psicólogos y nutricionistas, con el fin de revisar qué está pasando y trabajar el fondo del problema.

Cómo desarrollar una relación sana con la comida 🍽️

Desarrollar una relación sana con la comida pasa por poseer, en primer lugar, una adecuada educación alimentaria. Desmentir informaciones erróneas y mitos que llevan a una alimentación mal enfocada es un primer paso. En este sentido, es clave no demonizar grupos de alimentos, tratando de dar espacio a todo tipo de productos desde la flexibilidad y el permiso.

Cuando nos prohibimos ciertas comidas o reservamos un día “trampa” para comer aquello que nos hemos prohibido sólo estamos fomentando ese deseo irrefrenable de comer sin control. La clave reside en mantener una alimentación completa que nos permita estar nutridos, dando espacio a alimentos que nutricionalmente no son tan interesantes pero que nos satisfacen a nivel emocional.

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“Este artículo me ha abierto tanto el pensamiento. La felicidad no es necesariamente al lado de una persona, también puede ser de otras formas ya que uno mismo es completo y sentirse pleno con uno mismo. Lograr otros objetivos, estudiar, viajar, emprender, etc. Gracias!! ”

Keila Alveo

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