Las pesadillas revelan cómo tu cerebro procesa el miedo mientras duermes

Despertar de madrugada con el corazón acelerado tras una pesadilla es una experiencia común a cualquier edad. Estos sueños inquietantes, más allá de lo desagradables que resultan, nos ofrecen una ventana única al funcionamiento del cerebro y la mente. Desde la fase REM y la activación de la amígdala hasta la influencia de la ansiedad o el trauma, las pesadillas cumplen una función adaptativa. En esta Newsletter exploramos qué las causa y qué nos dicen sobre nuestro mundo interno.

— Natalia Menéndez, Pol Bertran

¿Por qué tenemos pesadillas? Un análisis biológico y psicológico de su origen 🧠

Todos hemos experimentado alguna vez la perturbadora experiencia de sufrir pesadillas. Despertar alguna noche con el pulso acelerado y el miedo en el cuerpo es algo relativamente común. Aunque esto es particularmente habitual en la infancia y la adolescencia, los adultos también pueden tener sueños terroríficos.

Las pesadillas siempre han despertado una gran curiosidad, ya que en ellas salen a relucir aspectos íntimos de nuestro mundo interno de una forma, en ocasiones, misteriosa y confusa. Las emociones que nos activan las pesadillas suelen guardar relación con el miedo y la angustia, que se pueden sentir de forma muy vívida. El interés por las pesadillas también se asocia con su función psicológica, pues en ellas se representan esas cuestiones profundas que nos afectan. De alguna forma, el inconsciente habla a través de ellas de esos temas que en la vigilia son considerados tabú: la muerte, el dolor, las inseguridades o los miedos más profundos.

Dado que las pesadillas son un fenómeno universal común a todos los seres humanos, se ha tratado de identificar cuál es la causa que las explica. Ya te adelantamos que no existe una explicación única, ya que se trata de una experiencia configurada a partir de aspectos biológicos y psicológicos.

En cuanto a los aspectos biológicos implicados en las pesadillas, es importante tener presente que estas suceden en la llamada fase REM (Rapid Eye Movement) de nuestro sueño. Esta etapa de nuestro descanso se caracteriza por la aparición de movimientos oculares rápidos y unos altos niveles de actividad cerebral. Se trata de una fase extremadamente importante para la consolidación de la memoria, el procesamiento de las emociones y los procesos de aprendizaje. 

Cuando las pesadillas aparecen en esta fase REM, una estructura de nuestro cerebro se activa intensamente: hablamos de la amígdala. La amígdala es la responsable de nuestra respuesta de miedo, es algo así como una alarma de incendios que en nuestro cerebro detecta potenciales peligros. Paralelamente, en este momento del descanso otras áreas cerebrales reducen su actividad. Este es el caso de la corteza prefrontal, la cual está implicada en procesos de razonamiento y toma de decisiones. Esto se traduce en un aumento de la carga emocional y una ausencia de pensamiento lógico, lo que explica la aparición de escenas cargadas de intensidad que no siempre se ajustan a la realidad.

A nivel orgánico tampoco podemos ignorar el papel de algunos neurotransmisores como la noradrenalina. Esta se suele asociar con estados de estrés y ansiedad, pero en la fase REM sus niveles suelen descender. Sin embargo, se ha observado que en personas que han vivido situaciones traumáticas o consumen algún tipo de droga el sistema nervioso puede disponer de niveles de este neurotransmisor más elevados de lo normal en la fase REM, generando la aparición de pesadillas más intensas y frecuentes. Algunas condiciones médicas también pueden favorecer la aparición de pesadillas:

• Fiebre e infecciones: El aumento de la temperatura corporal puede influir en la actividad cerebral y favorecer la aparición de sueños perturbadores.

• Apnea del sueño y problemas respiratorios: La ausencia de oxígeno también puede fragmentar el sueño REM y generar pesadillas.

• Dolor crónico: Esta condición puede interferir en la calidad del descanso, favoreciendo la aparición de pesadillas. 

Si nos enfocamos en los aspectos psicológicos implicados en el origen de las pesadillas, es importante considerar los siguientes puntos:

• Ansiedad elevada: Cuando vivimos en un estado constante de activación emocional elevada es habitual que las pesadillas se vuelvan más frecuentes. Esto se debe a que nuestro cerebro se encuentra en alerta y emplea la fase REM como medio para prepararnos para un potencial peligro, generando escenarios hipotéticos negativos.

• Trauma psicológico: El trauma psicológico está estrechamente relacionado con la aparición de pesadillas. Cuando una persona ha vivido una experiencia traumática, es como si el evento en cuestión no hubiese sido correctamente elaborado en la memoria, quedando el contenido a medio archivar en nuestro cerebro. Esto hace que información perteneciente al pasado siga viva en el presente, presentándose con fuerza en la fase REM en forma de pesadillas.

• Función adaptativa: Más allá de condiciones excepcionales como la ansiedad permanente o el trauma, diversos autores sostienen que las pesadillas no representan un funcionamiento mental patológico. Más bien, constituyen un mecanismo natural de nuestro cerebro con una función interesante: prepararnos para posibles peligros reales. Así, tener pesadillas sería una especie de simulación ante potenciales amenazas.

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