Las resistencias en terapia: cuando nuestro miedo nos frena

¡Hola! En la Newsletter de hoy hablaremos de las conocidas como resistencias en terapia, todas aquellas conductas que emergen de forma natural como una respuesta instintiva y que nos hacen aferrarnos a todos esos patrones disfuncionales que precisamente nos han llevado a buscar ayuda. Veremos cómo manejarlas a favor del tratamiento y, como siempre, haremos un repaso de la actualidad en el mundo de la Psicología.

¡Empezamos!

— Natalia Menéndez, Pol Bertran

¿Qué son las resistencias en terapia? 🛡️

Cuando una persona acude a terapia siendo mayor de edad es necesario que lo haga de manera voluntaria. Acudir al psicólogo es una decisión que implica compromiso a largo plazo con el propio bienestar. Así, abordar nuestras dificultades en terapia constituye una carrera de fondo en la que hay subidas, bajadas, baches y obstáculos que sortear.

Cuando alguien decide hacer terapia damos por sentado que esa persona está inclinada a favor del cambio. Sin embargo, la relación del ser humano con los cambios es compleja y es habitual encontrar en los pacientes una postura ambivalente. Así, aunque una parte de ellos desea mejorar, otra trata de aferrarse a los viejos patrones disfuncionales.

En este juego entre partes confrontadas entran en juego las llamadas resistencias psicológicas. Estas defensas son un elemento bien conocido por los terapeutas, entendiendo estas como toda una serie de comportamientos y actitudes que ponen en riesgo el progreso del tratamiento. Estas conductas desafiantes pueden ser más o menos sutiles y guardar relación con las intervenciones realizadas, el encuadre e incluso la propia persona del terapeuta.

Si bien las resistencias pueden parecer un claro enemigo del proceso terapéutico, una gestión adecuada de las mismas puede reforzar aún más el vínculo entre el paciente y el terapeuta. De esta manera, pueden representar un punto de inflexión hacia la mejoría del paciente.

Las resistencias psicológicas suelen vincularse con el miedo. Los pacientes suelen atravesar momentos de incomodidad en su proceso, los cuales pueden tener que ver con situaciones como las siguientes:

• Miedo a dejar de ser la persona que era antes, algo habitual cuando la identidad se ha construido en base a dinámicas disfuncionales (por ejemplo, una persona que siempre se ha relacionado desde el rol de cuidadora puede sentir miedo a la hora de soltar este rol por no saber vincularse de otra manera).

• Miedo a tocar temas dolorosos, situaciones traumáticas o episodios que generan grandes dosis de culpa y vergüenza.

• Miedo a fallar o a no cumplir los objetivos de la terapia.

• Miedo a sentir emociones que nunca antes se han experimentado con naturalidad

• Miedo a la reacción del entorno si cambia (siguiendo con el ejemplo del rol de cuidador, puede que la persona sienta miedo de perder amigos y familia si deja de ser quien cuida a todos).

Todos estos miedos hacen que se originen las dos partes enfrentadas de las que hablábamos al inicio, hasta el punto de que la persona puede desplegar mecanismos defensivos de manera completamente inconsciente. Así, curiosamente el paciente puede “autosabotear” su terapia movido por el miedo. En terapia, las resistencias pueden aparecer de muchas formas, pero algunas son particularmente habituales:

• El paciente se convence de que el terapeuta no es el adecuado y esto a menudo le hace saltar por varios profesionales buscando el “ideal”.

• El paciente deja de comprometerse con la terapia. Por ejemplo, retrasa las sesiones o las cancela.

• El paciente interrumpe el proceso escudándose en argumentos como la falta de dinero o de tiempo.

• El paciente evita cumplir con las tareas propuestas por el terapeuta.

• El paciente trivializa (por ejemplo, con un tono de humor) ciertas dinámicas en sesión, evitando tocar aspectos de mayor profundidad.

• El paciente indica que ya se encuentra bien aunque no sea cierto en realidad.

¿Cómo manejar las resistencias en terapia en favor del tratamiento? 🧠

Los terapeutas conocen las resistencias psicológicas y cómo funcionan. Así, un primer paso que todo psicólogo debe dar es el de respetar y validar la resistencia, ya que ante todo se trata de un mecanismo defensivo que busca preservar el equilibrio intrapsíquico del paciente.

Una vez que el terapeuta identifica la existencia de una resistencia, debe tenerla en cuenta para reflejarla al paciente en el momento adecuado. Hacer esto antes de tiempo puede quebrantar el vínculo, pero si se hace correctamente puede ser una intervención muy poderosa.

Una vez que el terapeuta logra exponer esta resistencia al paciente, se trata de ayudar a la persona a comprender su mecanismo, entendiendo su función y reconociendo que este es señal de que cosas importantes se están moviendo en el proceso terapéutico.

De la misma manera, es importante entender que validar las resistencias nunca debe estar reñido con el encuadre terapéutico y el establecimiento de límites básicos durante la sesión. Además, no podemos olvidar que el paciente siempre debe partir de una motivación intrínseca mínima que le permita perseverar en la terapia y tomar conciencia de sus mecanismos progresivamente.

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