"Parásitos en el cerebro": relatos de horror desde la naturaleza

🪱 Aunque parezca algo propio de una película de terror, ahí fuera existen parásitos que influyen tanto en la mente de su hospedador que lo pueden obligar a suicidarse 🪱

¡Hola! En la Newsletter de hoy nos sumergiremos en el apasionante mundo de la parasitología ligada a la neurología, al explorar varias especies de parásitos que, tras infectar el cerebro de su hospedador animal, pueden llegar a forzar que este se suicide. Del mismo modo, haremos un repaso de la actualidad en el mundo de la Psicología y, como siempre, recomendaremos algunas lecturas para los más curiosos.

¡Empezamos!

— Natalia Menéndez, Pol Bertran

Una película de terror en la naturaleza 🪱

Virus que anulan nuestro sistema inmunológico, bacterias que se alimentan de nuestro cerebro, hongos que deforman el rostro… Estamos expuestos a enfermedades horribles que parecen propias de una cinta de terror. Y es que la naturaleza suele superar a la ficción.

La vida siempre se abre camino, y un parásito hará cualquier cosa para completar su ciclo de vida y dar la mayor descendencia posible. Cueste lo que cueste. Y esto pasa, incluso, por hacer que el animal al que ha infectado se suicide.

Hay parásitos capaces de influir tan enormemente en el comportamiento de su hospedador que pueden hacer que este se quite la vida, pues así el patógeno obtendrá un beneficio. Y esto no es ciencia ficción, esto sucede en la naturaleza. Hoy veremos algunos casos reales de parásitos capaces de inducir al suicidio.

🐜🐜🐜 Hormigas que buscan ser comidas por las vacas

“Dicrocoelium dendriticum” es un trematodo, es decir, un gusano que actúa como parásito. Su ciclo es muy complejo, pero se puede resumir en que la fase juvenil se desarrolla en las hormigas y la adulta en los rumiantes, generalmente vacas.

Como la fase juvenil no puede infectar del mismo modo que lo hace una bacteria o un virus, tuvo que idear una estrategia para llegar a los intestinos de los rumiantes y así desarrollar su fase adulta. El patógeno descubrió que la mejor manera para lograrlo era infectando primero a las hormigas, ya que cuando los rumiantes están pastando, ingieren algunas de ellas de forma accidental.

Sin embargo, simplemente esperando que por azar alguna hormiga sea comida por una vaca, las posibilidades de supervivencia del parásito son muy bajas. Tenía que encontrar una manera más eficiente para que las hormigas llegaran al intestino de los rumiantes, y él con ellas. Y lo consiguió.

La larva de este gusano es ingerida por las hormigas de forma accidental ya que se encuentra enganchada en las babas que dejan los caracoles al desplazarse. Cuando las hormigas entran en contacto con la mucosa, ingieren estas larvas. Una vez dentro de las hormigas, el parásito es capaz de desplazarse al cerebro de estas.

Cuando ha llegado al cerebro, el parásito empieza a producir una serie de toxinas que alteran de forma radical el comportamiento de la hormiga, convirtiéndola en una especie de “zombie”. El gusano es capaz de controlar su sistema nervioso para que ella actúe a su voluntad.

Así, el parásito hace que la hormiga infectada se separe del grupo y la obliga a subir a la superficie de las plantas que los rumiantes suelen comer. Una vez ahí, hace que la hormiga se detenga y espere su muerte. Finalmente, sin oponer resistencia alguna, la hormiga deja que el rumiante la coma. El parásito, haciendo que la hormiga se suicide, ha conseguido su objetivo: llegar al intestino de los rumiantes para completar así su ciclo de vida.

🐟🐟🐟 Peces que buscan ser capturados por gaviotas

“Cardiocephaloides longicollis” es otro trematodo parásito que también induce a su hospedador al suicidio pero en este caso el hospedador intermediario son distintas especies de peces y el definitivo son las gaviotas.

Pese a tenerlo más sencillo que el anterior caso ya que la depredación de peces por parte de las gaviotas se da de forma activa e intencionada, el parásito suele tenerlo complicado en ecosistemas acuáticos de aguas profundas, ya que la mayoría de peces no están disponibles para que las gaviotas los capturen. El parásito tenía que desarrollar una estrategia para aumentar la eficacia.

Los parásitos son transportados por las heces en el agua, permitiendo así que lleguen a los peces. Una vez dentro de ellos, las larvas migran al cerebro del pez y se enquistan. Los parásitos se van acumulando en su cerebro hasta que son capaces de afectar al comportamiento del pez.

Una vez pueden controlar al animal, hacen que el pez marche de las aguas profundas y se desplace a la superficie, aumentando las probabilidades de que sea depredado por una gaviota. En definitiva, el parásito es capaz de hacer que el pez suba a aguas menos profundas en busca de su muerte.

Cuando la gaviota ha devorado al pez, el parásito ya puede desarrollarse en su interior y completar así su ciclo de vida. Es importante tener en cuenta que con la pesca estamos aumentando la prevalencia de este parásito, ya que cuando se descarta el pescado (que puede tener larvas enquistadas en el cerebro) y se lanza de nuevo al mar, las gaviotas tienen a su disposición muchos peces que pueden transmitirle el parásito.

🦗🦗🦗 Saltamontes que saltan al agua para ahogarse

“Spinochordodes tellinii” es un parásito nematodo (también similar a un gusano) con un ciclo de vida que representa un reto para él mismo. La fase adulta de este parásito vive en el agua sin necesidad de infectar a ningún organismo, pues es capaz de reproducirse de forma libre en el medio. Sin embargo, la fase juvenil tiene que desarrollarse en el interior de un saltamontes, dentro del cual llega a convertirse en un adulto.

¿Por qué supone un reto? Porque sus dos fases de vida ocurren en ecosistemas distintos: tierra y agua. Además, de abandonar el cuerpo del saltamontes en tierra, jamás llegaría al agua, lo que condenaría a la especie a la extinción.

La única manera de completar su ciclo de vida es consiguiendo que el saltamontes llegue al agua. En condiciones normales esto es muy complicado que suceda, por lo que el parásito ha tenido que desarrollar una técnica sorprendente y cruel a partes iguales: hacer que el saltamontes se ahogue “voluntariamente”.

Las larvas llegan al saltamontes cuando beben agua infectada por estas. Una vez dentro del insecto, empieza a producir una serie de sustancias químicas que alteran su sistema nervioso, lo que permite al parásito apoderarse de sus funciones motoras.

Cuando ya domina su comportamiento, hace que el saltamontes se desplace a un medio acuático y salte al agua, donde inevitablemente se ahoga. Una vez el insecto ha muerto, el parásito sale del cuerpo de este y viaja por el agua en busca de una pareja con la que reproducirse.

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