Soledad: el silencio que también puede sanar

🧠 Aunque a menudo la tememos, la soledad no siempre es enemiga. En su justa medida, puede convertirse en un espacio de descanso mental, autoconocimiento y equilibrio emocional 🧠

En una sociedad hiperconectada, la soledad parece algo que debemos evitar a toda costa. Sin embargo, no toda soledad duele. Cuando es elegida y comprendida, puede convertirse en un refugio que nos permite escucharnos, ordenar emociones y fortalecer nuestros vínculos. Aprender a estar solos sin sentirnos solos es una de las habilidades más poderosas para cuidar la salud mental. En esta Newsletter exploramos cuándo la soledad daña y cuándo puede sanar.

— Natalia Menéndez, Pol Bertran

¿La soledad puede ser saludable para la mente? 🧠

La sociedad actual parece orientarse hacia un funcionamiento cada vez más individualista. La autonomía se ha posicionado como un valor admirado en detrimento de la interdependencia, lo que ha mermado la forma en la que creamos y cuidamos de nuestros vínculos con los demás.

A lo anterior debemos sumar el efecto de las redes sociales. Estas parecen favorecer la conexión entre nosotros, aunque en realidad no hacen más que amplificar el sentimiento de soledad al perpetuar contactos insustanciales y comparaciones con realidades ajenas. En este contexto, la relación que guardamos con la soledad puede llegar a ser compleja. Por un lado, nos enseñan que debemos sentirnos cómodos con ella, aunque por otro esta empieza a constituirse como un problema social que amenaza nuestra salud emocional.

La realidad es que no podemos afirmar que la soledad sea buena o mala per se. Todo depende de las circunstancias en las que esta se produce, ya que ciertas dosis de tiempo con nosotros mismos pueden ser beneficiosas para nuestro bienestar. La clave está en diferenciar el hecho de estar solos físicamente del sentimiento profundo de soledad. Si bien estar físicamente solos es una experiencia agradable en algunos momentos, sentirse solo genera daño emocional ya que va en contra de nuestra naturaleza social.

La soledad emocional, la que sí que nos perjudica, suele aparecer a raíz de circunstancias no elegidas, como por ejemplo una ruptura sentimental o un cambio forzado de ciudad. Es por ello que se trata de una experiencia ligada al sentimiento de tristeza y vacío, sobre todo cuando se prolonga en el tiempo. En estos casos, la soledad puede dañar severamente la autoestima, ya que la persona interpreta su situación como un indicio de su falta de valía como persona. Algo así como interiorizar la idea de “Estoy solo porque no soy suficiente válido como para ser querido por otros”. Sin embargo, este sentimiento de soledad no es otra cosa que una alerta que advierte de que necesitamos dosis extra de apoyo. Como decíamos, somos seres sociales, por lo que es importante saber escuchar esta alerta para evitar que la soledad nos lleve a enfermar a nivel físico y emocional.

La otra cara de la moneda es la soledad elegida, aquella que nos permite estar solos en algunos momentos aunque en el fondo nos sintamos arropados por los nuestros. En este caso, la soledad es una experiencia voluntaria y temporal, por lo que se vive con calma e incluso satisfacción. Además, suele ir orientada a algún tipo de propósito, que puede ir desde el descanso hasta el desarrollo de alguna actividad. Cuando disfrutamos de ratitos de soledad en un contexto como este, son muchos los beneficios para nuestra salud mental:

  • Regula nuestra energía: La soledad es vital para regular nuestra energía, ya que si estuviésemos todo el tiempo socializando nuestra batería se terminaría rápidamente. Gracias a ella podemos recuperarnos, recargar pilas y descansar sin saturarnos.

  • Favorece la introspección: La soledad es fundamental para poder conectar con nuestro mundo interno. Cuando estamos con nosotros mismos podemos tomar conciencia de nuestras emociones y necesidades.

  • Aumenta la empatía: Aunque puede parecer contradictorio, la soledad es una gran aliada para entrenar la empatía. Al poner el foco en nuestras emociones, también podemos sensibilizarnos hacia las de los demás.

  • Incrementa la autonomía emocional: Las personas necesitamos disponer de estrategias de regulación propias para el manejo de las emociones. Si bien es importante saber pedir ayuda a los demás y compartir con ellos nuestras preocupaciones, es igual de esencial saber autogestionarse, ya que no siempre es posible volver a la calma con apoyo externo.

  • Mejora la calidad de nuestros vínculos: En relación al punto anterior, la soledad también puede favorecer nuestras relaciones. Las personas capaces de estar solas suelen vincularse desde una base mucho más segura, lo que evita fenómenos como la dependencia emocional.

  • Dispara la creatividad: Los tiempos de soledad también activan nuestra parte más creativa. Cuando estamos acompañados nuestra energía va dirigida a la interacción, por lo que no es posible enfocarnos en actividades orientadas a crear cosas, imaginar, fantasear, etc.

  • Disfrute y desarrollo personal: Por último y no menos importante, la soledad también nos beneficia porque nos ayuda a desarrollarnos como personas. En esos ratos para nosotros podemos disfrutar de aficiones, desarrollar un talento o simplemente disfrutar.

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